miércoles, 25 de marzo de 2015

EL CASO DE LAS PINTURAS RUPESTRES

El anterior caso fue resuelto por varios de nuestros detectives y ahora ya tenemos un nuevo caso para resolver:

Sólo un millonario puede procurarse en París una mesa tranquila en un restaurante; el profesor Sisley comprobó esta antigua verdad mientras él y su amigo Gaspard Binnet, pedían coñacs para rematar una espléndida cena. Notó de pronto lo tranquilo que era el ambiente porque Binnet quería tratar en la
sobremesa un tema confidencial, y no le fue necesario hacerlo en un susurro.
—Profesor Sisley, sé que usted, además de policía, es arqueólogo, ¿verdad?
—No me he dedicado tanto como hubiera querido a esa maravillosa disciplina, pero sí, soy arqueólogo.
—Necesito consultarle sobre una oferta que me han hecho. Usted sabe que la Dordoña alberga una gran cantidad de famosas cuevas del paleolítico superior con pinturas rupestres; esas pinturas siempre
me han apasionado. Bien, un antiguo ingeniero de minas que trabajó para mí me dice que ha descubierto una nueva cueva con pinturas en una finca de la región, y que la ha adquirido. Me dice que no puede, por seguridad, revelar la posición exacta de la cueva, pero me envía unas fotografías que ha tomado allí. Para mí sería un sueño asociar mi nombre a un descubrimiento semejante; no me importaría comprar la finca y luego donarla para que sea adecuadamente preservada. Me temo que mi ex-empleado está metido en esto sólo por el dinero, y que no es la persona adecuada para cuidar de este tesoro.
—¿Me mostraría las fotos? —preguntó Sisley. También él era un apasionado de Lascaux y las
demás cuevas del Valle de Veziéres.
Las fotografías no eran de buena calidad, pero dejaban ver las usuales escenas de caza realizadas en ocres y marrones. En una de ellas un reno aparecía herido por una flecha, en otras se veía a los
arqueros disparando sus dardos, en otra más la llegada de los cazadores con una presa a cuestas a una cueva donde esperaban mujeres y un niño con un gato en brazos.
—Es extraordinario, ¿verdad? Está pidiendo cinco millones por la finca, pero seguramente se puede obtenerla por menos. La verdad es que no le resultará fácil venderla, pues nadie la podrá utilizar para
una explotación turística privada ni nada por el estilo...
—Nadie la podrá explotar para eso, ni para el adelanto de la ciencia, ni para nada. No gaste dinero en esta finca, es una estafa - sentenció el profesor Sisley.

¿Por qué estaba seguro el profesor Sisley que se trataba de una estafa?

Leed detenidamente el texto y encontraréis la solución.

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